
Un incendio forestal no puede dejar nada bueno, pero sí las acciones de los bomberos de una comunidad que, en plena acción contra las llamas, descubrieron la existencia de pinturas rupestres en una roca que estaba siendo alcanzada por el fuego.
En los últimos cuatro años, 181 hectáreas del espejo de agua han desaparecido de la represa de San Ignacio de Velasco. Los afluentes de la cuenca también se han secado mientras la tala destruye los bosques para expandir la frontera agrícola y ganadera.
El valle tiene una extensión de 262.000 hectáreas y a pesar de que la deforestación ya se ha metido dentro del área protegida, es capaz de depurar los tóxicos que producen en las urbes.
Esta es una entrevista para conocer la majestuosidad del Bosque Seco Chiquitano, para llorar agarrado de la esperanza, para amar este pedazo de planeta y para sumar voces y fuerzas en una defensa que no espera muchos mañanas.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), reunida en el Congreso Mundial de Marsella, ha emitido una resolución para pedir a los gobiernos del mundo —entre ellos al de Bolivia— priorizar la protección de los Bosques Secos Tropicales de Sudamérica, entre los que se encuentra el Bosque Seco Chiquitano, golpeado por la deforestación, los avasallamientos, los incendios, la contaminación minera, los hornos productores de leña y la pérdida de biodiversidad.
La producción apícola está cambiando vidas. En diciembre termina el Programa quinquenal de Fortalecimiento de Organizaciones Apícolas, liderada por ADAPICRUZ y la fundación belga Miel Maya. Los resultados apuntan no solo a un aumento en la producción, sino, en todo el proceso y fortalecimiento de asociaciones de San Lorenzo, El Torno, La Guardia, Porongo y Okinawa. Ésta es la historia.
Los campesinos que viven en la comunidad tarijeña donde se encontraron muertos a 34 cóndores a comienzos de este año, se convertirán en los guardianes de estas aves y de todo lo que habita en las montañas. Cerca de 50.000 hectáreas serán elevadas a Área Protegida Municipal. Varias instituciones públicas y privadas se unen para lograrlo.
La sabiduría de uno de los pueblos indígenas más olvidados del mundo, recuerda que con cada árbol caído no solo sufren los bosques. Sus pocos habitantes viven en paz pero con temor a los incendios.
Once comunidades indígenas Chiquitanas se han quedado sin su principal fuente de alimentos. La sequía está tragando su laguna y la pesca ha desaparecido.
Más de 4.4 millones de hectáreas de bosques de seis territorios interconectados y protegidos por ley —en Santa Cruz (Bolivia)—, sufren los efectos directos o colaterales de la tala indiscriminada, los avasallamientos, el tráfico de tierras, la expansión de la frontera agrícola y los incendios forestales. Revista Nómadas realizó una expedición por cielo, ríos y tierra para conocer el corazón de una biodiversidad inmensa y a los grandes enemigos que están arrasando con la vida en esta parte del planeta.
Porvenir es una comunidad que ha sido resucitada por una palmera espigada que mide hasta 25 metros de alto a la que se conoce como asaí. Su nombre científico es Euterpe precatoria, pero en las tierras del Bajo Paraguá se la conoce como el milagro que ha devuelto la vida a la comunidad indígena Chiquitana y Guarasugwé.
No hay nada oculto bajo el sol del Bajo Paraguá: cuerpos de árboles tumbados, apilados como un estorbo, listos para que el fuego los consuma; brechas abiertas como heridas en el lomo de un animal y un mar verde que todavía queda.
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