Los bomberos enfrentan con valentía una feroz batalla contra el fuego que consume el Bosque Seco Chiquitano y el Pantanal boliviano. Las batallas empiezan bien temprano y no terminan porque cuando el sol se oculta la luna sigue mirando con ojos de ciervos, de tucanes y de parabas, de chanchos troperos y de jochis pintados y de todo animal que está muriendo en los incendios que este 2024 llegaron en julio.
La vida silvestre se va junto a los árboles que tardaron en crecer décadas y la noche —cada noche de incendio— no puede ocultar el quejido desgarrador que sale de la garganta del bosque. Los bomberos y guardaparques combaten los incendios a pesar de las limitaciones logísticas, de equipos, de combustible y de agua. A pesar de que gran parte del país —incluyendo los políticos tomadores de poder y los poderes económicos que causan este crimen ambiental— aún está mirando hacia otro lado.
Un informe del Observatorio del Bosque Seco Chiquitano (OBSCh) de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC) revela que el incendio en el Área Natural de Manejo Integral (ANMI) San Matías, en Santa Cruz, ha devastado más de 197.000 hectáreas. La superficie afectada es tres veces mayor que el área urbana del municipio de Santa Cruz, evidenciando la escala desproporcionada de la tragedia ecológica. Por la zona de Roboré, Taperas y San Lorenzo Nuevo, las llamas también avanzan sin control.
Las imágenes capturadas por Steffen Reichle, revelan los dramáticos momentos y el coraje de quienes están en la primera línea de fuego.
En la oscuridad, las llamas consumen vorazmente el vegetación, iluminando el cielo con un resplandor infernal. Las chispas volaban como enjambres de fuego, creando un espectáculo caótico y aterrador. La silueta solitaria de un bombero, montado en su vehículo, se recortaba contra el fuego, representando la lucha desesperada y heroica contra el avance imparable del incendio. Cada chispa, cada llama, era un testimonio del poder destructivo del incendio forestal que está consumiendo la Chiquitania y el Pantanal boliviano y de la valentía de aquellos que arriesgan sus vidas para protegerla. Esta serie de fotos de los incendios en la noche, en San Lorenzo Nuevo, entre Roboré y Naranjos, fue tomada por el fotógrafo y experto en planes de conservación regionales, Steffen Reichle.
Un equipo de bomberos Quebracho se enfrenta a las llamas que devora sin piedad el paisaje. La manguera arroja un chorro de agua que corta el aire, creando una barrera líquida contra el avance del fuego. Las siluetas de los bomberos, destacadas por el resplandor de las llamas, aparecen como figuras heroicas en una batalla épica. La luz de las llamas ilumina sus cascos y equipos, reflejando la tensión y el coraje que requieren para enfrentar semejante monstruosidad.
En el fondo, las palmeras se agitan con la fuerza del viento y el calor, mientras el fuego danza a su alrededor, intentando ganar terreno.
En la penumbra de la noche, dos bomberos se alzan como sombras firmes frente a un inferno de llamas que consume la vegetación a su alrededor. El fuego, encendido por las manos traicioneras del hombre, ilumina las hojas y las ramas de los arbustos, transformando la escena en un escenario sin esperanazas. Los bomberos, armados con herramientas y determinación, observan con cautela el avance de las llamas, listos para actuar y contener el desastre. El calor y las chispas voladoras crean un ambiente de tensión y urgencia, mientras el crepitar del fuego se mezcla con el susurro estremecedor del viento.
Bajo un cielo teñido de rojo y naranja, las llamas muerden ferozmente, hincando sus dientes en el bosque. En la Chiquitania boliviana, el fuego traza caminos de destrucción, dejando una estela ardiente que ilumina violentamente la noche. Los bomberos, concentrados hasta el extremo, se enfrentan al inclemente infierno que no da tregua. La naturaleza, en su fragilidad, lucha por sobrevivir mientras el calor sofocante sobrevuela llenándolo todo.
Desde las alturas, el dron captura la escena dramática en San Lorenzo Nuevo: los bomberos, cual guerreros indomables, se enfrentan a un incendio interminable que serpentea a lo largo de cuatro kilómetros. Abajo, el rugido incesante de las llamas rompe la noche, mientras el horizonte se tiñe de un rojo ardiente, revelando la implacable batalla entre el hombre y el fuego.