Las proas son lo único que hasta ahora han escapado de los brazos de los barbechos que se alimentan del lodo en el que se ha convertido la laguna Marfil. Las dos balsas de madera encallaron tras las primeras manifestaciones de la última sequía y han quedado así, inútiles, destinadas a envejecer, a dejar atrás las jornadas en las que los indígenas Chiquitanos las tenían como compañeras fieles para salir a pescar y navegar en las aguas que no solo eran bolivianas, sino también de Brasil.
Una parte de su cuerpo seco está anclado en el distrito 11 de San Ignacio de Velasco y el nombre de la laguna hace referencia a la palma Marfil, cuya semilla tiene el color del hueso. La otra se encuentra en el estado brasilero de Mato Grosso y se llama Bahía Grande.
La laguna Marfíl —lo que queda de ella— se encuentra dentro del Área Natural de Manejo Integrado Municipal ( ANMIM) que se creó el 2011, después del gran incendio forestal que quemó 35.000 de sus 71.055 hectáreas. Una parte de su cuerpo seco está anclado en el distrito 11 de San Ignacio de Velasco y el nombre de la laguna hace referencia a la palma Marfil, cuya semilla tiene el color del hueso.
Enrique López Algarañaz las mira a las dos balsas como quien atesora un pasado glorioso. En cada una de ellas cabían hasta seis pescadores que eran felices porque se encontraban —según un estudio de la FCBC— con 59 especies de peces.
—Pero el más sabroso siempre ha sido el tucunaré— dice Enrique López, que se ha sentado en una de ellas. Mira a su alrededor. A un lado está la piedra gigante que es la falda de la bahía y enseguida los barbechos ocupan el lugar de lo que antes era agua. Por aquí y por allá hay montículos de corazas de caracoles, el espinazo de algún reptil y un letrero al que nunca le hicieron caso: Cuidemos la flora y fauna de la bahía.
Antonio López es el segundo Cacique de Mercedita de la Frontera, una de las 11 comunidades del ANMIM Laguna Marfil.
—Las otras diez también tienen nombres a los que uno rápidamente les agarra cariño— dice Antonio, que tiene los nombres en la punta de la lengua: San Nicolás del Cerrito, San Lorencito de la Frontera, Santa Ana de Miraflores, Mercedes de Solíz, Buena Hora, Ascensión de Macoñó, Santa Teresa de Patujú, Mercedita de la Frontera, Marfil, Laguna Santa Rosa y La Asunta.
Mercedita es una comunidad compuesta por una sola familia: la familia López Algarañaz. Es un ranchito con un puñado de casitas de barro y techo de palmeras en la que Elva Algarañaz es la matriarca y sus 11 hijos que quedan vivos la acompañan para que a ella no le falte ni comida ni cariño.
—Aquí nacimos, nos criamos y formamos esta comunidad hace 18 años. Mi mamá es de San Ignacio, se casó a los 15. Mi papá se llamaba igual que yo: Antonio López.
El ojo de agua de la laguna, cada vez más pequeño.
Doña Elva no solo vio crecer a sus hijos, también al árbol de tamarindo que ahora reina en el patio grande de la casa. Ella lo plantó hace 50 años con la fuerza de sus manos jóvenes y lo regó con el agua de la laguna Marfil cuando la laguna Marfil estaba llenita de agua. Ahora, el tamarindo maduro ya no necesita del agua de la laguna porque sus raíces profundas beben de las venas húmedas de la tierra. Pero los humanos: la familia López Algarañaz de Mercedita y las otras 10 comunidades de la zona, se han quedado sin el mayor alimento que nutría sus dietas diarias: los pescados de Laguna Marfil.
—Se secó poco a poco. El 2019 fue grave y ya no pudimos más pescar. El agua se fue y quedó el barro y el barbecho.
La Asociación de Pescadores del ANMIM Laguna Marfil no piensan quedarse con los brazos cruzados. Están trabajando para ampliar que la razón social de la institución también añada las palabras …y recolectores de plantas medicinales.
Así —como la pesca prácticamente está paralizada y de la que dependía no solo el acceso al alimento, sino también el comercio sustentable— los socios podrán sumar fuerzas para desarrollar la producción de plantas medicinales que son muy valiosas no solo para curar dolencias, sino, también para prevenir enfermedades.
Marilyn Macoñó vive en Buena Hora, a cinco kilómetros de Mercedita. Ella da fe que en toda la zona hay plantas medicinas que ayudan a combatir todo tipo de dolencia. Pero teme que la dieta alimenticia esté desequilibrándose porque desde hace más de un año que no comen pescado.
Los habitantes de Marfil conocen su territorio y tienen serios motivos para creer que son la deforestación de los bosques y los incendios forestales los que están secando a la laguna. Un estudio de la FCBC ha confirmado que “existen 19 estancias ganaderas, algunas de las cuales hacen uso agropecuario con desmonte de grandes extensiones para la introducción de pastos cultivados (modelo de propietarios brasileros) que ocasiona un alto impacto sobre los ecosistemas”.
—Están deforestando por todos lados— lamenta Joaquín Orellana Rivera, presidente de Comité de Gestión del Área Protegida Municipal Laguna Marfil.
Tiene 31 años y cada árbol caído o quemado, dice que le provoca un dolor enorme en el pecho.
Medidor del nivel de agua en la laguna Marfil.
Los habitantes de Marfil conocen su territorio y tienen serios motivos para creer que son la deforestación de los bosques y los incendios forestales los que están secando a la laguna.
—Como Comité, hemos llamado a los dueños de las haciendas para que conozcan que están en un área protegida. Se les recomendó que la cuiden. Que, si deforestan, no corten el cien por ciento de los árboles, que dejen cortinas de vientos, islas naturales. Algunas propiedades cumplen. Otras, no.
Joaquín Orellana recuerda que los avasallamientos de personas del occidente del país también representaron una amenaza.
—Pero les hicimos un alto. Esperamos que no vuelvan.
Revista Nómadas, además de visitar Laguna Marfil por tierra, también realizó un sobrevuelo. Desde el cielo, la parte que todavía tiene agua, parece una pupila pequeña de plata, rodeada de una piel seca conformada por arena en uno de sus extremos y por matorrales que, al ir convirtiéndose el barro en tierra dura, se secan y adoptan un color amarillo como la paja brava.
Desde las alturas no se ven las dos balsas de Antonio López y los demás pescadores que están encalladas por la sequía.
—El país no ve este sufrimiento— dirá después Antonio López, cuando Revista Nómadas realice el viaje por tierra y encuentre a este hombre envuelto en una profunda nostalgia, sentado en la proa de su lancha que en otros tiempos eran su principal cómplice para conseguir en la laguna el pan de cada día.
Un letrero solitario recuerda lo que los humanos deberían hacer.
STAFF:
DIRECCIÓN Y TEXTOS: Roberto Navia. JEFA DE PRODUCCIÓN: Karina Segovia. FOTOGRAFÍA: Clovis de la Jaille. INFOGRAFÍA Y DISEÑO: Marco León Rada. DESARROLLO WEB: Richard Osinaga. ILUSTRACIONES: Will Quisbert. REDES SOCIALES: Lisa Corti. PRODUCCIÓN DE SONIDO: Andrés Navia. VIDEO: Julico Jordán.