“Nos va a incomodar mucho”, Víctor Pérez, ganadero. “No seremos ricos, pero tenemos para vivir”, Adhemar Rojas, productor. “Me sueño con la represa, no quiero que se la haga”, Rita Zabala, campesina. “¿Quién va a querer salir de su casa?”, Gleidy Peña, productora ganadera. “La represa va a inundar bajo 50 metros a las comunidades”, Roberto Aguilar, ingeniero forestal. Todos ellos con más de 30 años de trabajo y vida en las comunidades de Los Peñones, Vado del Yeso, Masicurí, Arenales, Laja Toco, La Junta, ubicadas en la provincia Vallegrande, del departamento de Santa Cruz, Bolivia. Reflejan el sentimiento colectivo de miedo, incertidumbre y alerta permanente de los habitantes locales.
“Hemos demostrado que este megaproyecto Rositas afectará todo el ecosistema de la región y de toda la cuenca del río Grande”.
Esas comunidades serán las afectadas directamente por el proyecto hidroeléctrico Rositas, el cual demanda una inversión de más de $us 1.200 millones, pero que se encuentra paralizado desde hace más de cuatro años, debido a la fuerte resistencia y unión que han demostrado los habitantes y dirigentes de las capitanías guaraníes de Tatarenda Viejo, Yumao, Gutiérrez y comunidades campesinas de Vallegrande.
A pesar de los miedos y la incertidumbre de que la gigantesca obra de la represa Rositas se empiece a erguir en medio del río Grande, los dirigentes, ganaderos y productores de diez comunidades de la provincia Vallegrande no bajan los brazos, continúan con sus labores, pero caminan de reojo y en alerta permanente ante la presencia de vehículos que les parecen ajenos o que tengan etiquetas de Empresa Nacional de Electrificación (ENDE), así como de personas desconocidas que llegan a las zonas.
Todos se conocen en estos lugares, sus dirigentes han sido capacitados o informados sobre el proyecto paralizado. Además participan de las actividades del Comité de Defensa Tierra y Territorio de las Comunidades Afectadas del Proyecto Rositas, instancia que está retomando las acciones preventivas y de socialización sobre lo que ellos consideran los daños ambientales y el impacto de desplazamiento de la población de las comunidades, según explicó José Luis Sandoval, presidente de este Comité. Esta organización lleva más de diez años alzando las banderas de la resistencia contra la represa de más de 162 metros de altura, señalada para ser construida en el afluente del río Rositas y el río Grande. Un gigante destructor en medio de la Madre Tierra, acechando a los seres vivos que lo habitan. “Hemos demostrado que este megaproyecto Rositas afectará todo el ecosistema de la región y de toda la cuenca del río Grande, golpeando duramente a los ciclos hidrológicos y abastecimiento de vertientes de agua para las comunidades de toda esta zona, poniendo en riesgo el recurso del agua, vital para la vida de todos nosotros y para los animales”, sostiene Sandoval.
Adhemar Rojas, ganadero.
A pesar de que la Empresa Nacional de Electrificación (ENDE) mantiene el proyecto en secreto hermetismo, sin proporcionar información ni a la prensa ni a las autoridades de la provincia Vallegrande, se ha constatado que el proyecto Rositas no ha sido activado de nuevo. Los informes de rendición de cuentas inicial del año 2021 señala: “PROYECTO PEQUEÑA CENTRAL HIDROELÉCTRICA ROSITAS. Costo en Bs. 1.666.000.000. Estado: Estudio año de conclusión: 2022 y en la rendición de cuentas final del año 2021, no se menciona para nada el proyecto”. (http://www.ende.bo/proyectos/resena/proyecto–hidroelectrico-rositas).
“Rositas es uno de los proyectos más oscuros, que incluso anunciaron e hicieron un contrato millonario, sin que tengan los estudios básicos, ni la ficha de impacto ambiental”.
Fueron varios los requerimientos para obtener información de forma directa con el gerente general de ENDE-Guaracachi, Rodrigo Corrales Arciénega, quien no respondió a ninguna de las consultas efectuadas. “Si hay hermetismo de ENDE, es que tiene que ocultar algo y Rositas es uno de los proyectos más oscuros, que incluso anunciaron e hicieron un contrato millonario, sin que tengan los estudios básicos, ni la ficha de impacto ambiental, ni la consulta previa y el monto total de costo del proyecto va aumentando cada vez más”, señala el CEDIB.
¿Por qué la fuerte resistencia que llevó a la gente y organizaciones de cinco municipios a conformar el Comité de Defensa Tierra y Territorio de las Comunidades Afectadas del Proyecto Rositas, instancia que se mantiene en alerta y que sostiene que el “proyecto hidroeléctrico Rositas solo generará endeudamiento, destrucción de ecosistemas, poblaciones relocalizadas, pérdidas de fuentes de agua dulce, destrucción de sistema de producción de alimentos?
Además de afectar seriamente a tres áreas protegidas: Parque Nacional-Área Natural de Manejo Integrado Serranía de Iñao; Área Natural de Manejo Integrado de Río Grande-Valles Cruceños y la Reserva Municipal de Parabanó, que según los expertos serán impactos ambientales con una valoración de muy alto e impacto crítico, circuito en que se encontrarán en serio peligro más de 500 especies de fauna; más de 2.400 especies de flora, además de la migración de 22 especies de peces, que desde su hábitat natural de los ríos Grande, Masicurí y otros, tendrán que adaptarse a otros.
Hernán Cabrera, entrevistando a Víctor Pérez.
Agregando a este panorama de destrucción, estaría parte de la historia de Bolivia en lo que respecta a su patrimonio natural, como ser la ruta del Che Guevara, que recorrió las quebradas de los ríos Ñancahuazú, Rositas, Masicurí, Río Grande, Vado del Yeso, lugares que quedarían inundados por la fuerza y el embalse de las aguas de la megarepresa.
Además afectará seriamente a tres áreas protegidas: Parque Nacional-Área Natural de Manejo Integrado Serranía de Iñao; Área Natural de Manejo Integrado de Río Grande-Valles Cruceños y la Reserva Municipal de Parabanó.
Pero fundamentalmente el sentimiento colectivo de resistencia y bronca es porque alrededor de 1.000 familias serán directamente afectadas y desalojadas de sus tierras productivas ancestrales, que tendrán que marcharse sólo con sus pertenencias a lugares inciertos. “Si esto quieren, ahí nos tendrán a nosotros dando nuestras vidas, porque nuestras casitas y chacos lo hemos tenido siempre”, señala don Angel Camino, un hombre de 70 años, que se alistaba para trasladarse a “vaquear” y a “chaquear” en esos valles que son una mano abierta para la vida humana.
El estado de ánimo y las fuerzas para reiniciar la resistencia lo comprobamos durante una visita a las comunidades afectadas. Estos lugares son prodigios de la actividad del ser trabajadoras y trabajadores campesinos, quienes de forma permanente generan los productos para que sostienen la vida. Valles hermosos, atravesados por las aguas cristalinas y dulces del río Masicurí, que es observado por cerros y laderas cubiertos de árboles y en cada amanecer de nubes blancas.
Alfredo García, alcalde de Vallegrande (entre 1995 y 94, así como entre 2000 y 2004), fue el articulador hace 10 años de la resistencia hacia el proyecto de la represa. Cuenta que tardaron dos años para que ENDE les proporcione alguna información de los alcances e impactos de la hidroeléctrica, entidad que realizó pocos talleres de socialización enfocados solamente en relevar los beneficios que traería la obra. “Logramos por otros medios reunir información, informes técnicos y nos abrieron los ojos de lo que significaba la represa, por lo que definimos unirnos y resistir bajo un lema claro, era una lucha de vida o muerte y la resistencia iba ir hasta el final”, precisó.
Mientras la Gobernación de Santa Cruz ha decidido no dar un paso adelante en relación a este proyecto, según precisó el subgobernador de la provincia Vallegrande, Gary Rodríguez, que también es miembro del Comité Nacional de Pueblos Indígenas y Áreas Protegidas, conformada en el 2018 para hacer frente a planes nacionales hidroeléctricos. Indicó que el gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, visitó las comunidades afectadas, a quien se le informó sobre las potencialidades de cada una de ellas y los riesgos que significaría la construcción de la represa. “La gobernación en primer lugar dialogará con todos los comunarios y autoridades electas, generando consensos y acuerdos”, aseveró Rodríguez.
Gleidy Peña, en una feria en la que mostró, orgullosa un queso gigante.
LAS VOCES Y LAS HISTORIAS
Son las voces de la gente, el sentimiento de quienes viven hace más de entre 25 a 35 años en las zonas de impacto, el testimonio vivo y claro de resistir hasta el final para evitar el inicio de las obras de la monumental represa Rositas, que estará afincada en medio de dos cerros, partiendo en dos grandes mitades el río Grande. Son ellas y ellos los protagonistas de este reportaje.
Alrededor de 1.000 familias serán directamente afectadas y desalojadas de sus tierras productivas ancestrales, que tendrán que marcharse sólo con sus pertenencias a lugares inciertos.
Víctor Pérez, vive hace más de 30 años en la comunidad San José del Yeso, más conocido como Vado del Yeso, lugar histórico donde se realizó la batalla decisiva de la guerrilla del Che Guevara en el límite entre las provincias Vallegrande y Cordillera. Se dedica a la producción de ganados y a la agricultura. Tiene tres hijos, a quienes les inculca el trabajo de la tierra. Su pequeña casa rústica está rodeada de árboles frutales, como la grey, papaya, naranja y limón.
“La tierra es linda, da todo bien. Producimos verduras como papa, maíz, frutas, caña que da para vivir todos los días y tenemos crianza de vacas, chanchos. Hacemos queso y sus derivados para comercializarlos en Vallegrande, Punata, lo que nos permite afrontar los problemas diarios y ahora con la represa que quieren hacer nos va a incomodar mucho. No estamos de acuerdo con la represa, este es nuestro lugar de trabajo y ¿a dónde nos iríamos si nos echan de acá? Es darle muerte a nuestro territorio y en Vado del Yeso estamos dispuestos a resistir y defender con nuestras vidas si quieren construir la represa”, afirmó, con una mirada firme, listo para partir a su chaco.
En la escuelita del Vado del Yeso a lo lejos se puede ver un letrero colorido, que simboliza la lucha que protagoniza la gente del lugar. “Dignidad, libertad, resistencia”, señala la pared, donde se observa un campesino con productos de la tierra, los peces del río, una mujer labrando la tierra y un niño ayudando.
Gleydi Peña es ganadera de tradición y tiene su estancia por las orillas del río Grande. Su familia hace más de 25 años viene dedicándose a la ganadería en todas las instancias, producen carne, queso y sus derivados. Prueba de su trabajo es el enorme queso de 50 kilos que presentó a la I Feria Ganadera y Productora. Gleydi se aferra a decirle no a la represa Rositas.
“Tenemos temor por la represa, nos afectará a todos, acá trabajamos en comunidad. Prácticamente la obra dará muerte a nuestros territorios, ya que se inundaría todos estos lugares, la verdad que estamos en un futuro incierto. Y, ¿quién va querer salir de su casa? Nadie, ¿verdad?”, indicó, mientras invitaba un par de quesillos con mote.
Un letrero elocuente, en Vado del Yeso.
Adhemar Rojas, ganadero y campesino, es presidente de la Asociación de Ganaderos del Municipio de Vallegrande. Lleva 35 años viviendo en la comunidad de Yajo Pampa, y cuenta que sus padres eran de Piraimiri, una comunidad lejana de los valles, donde había mucho monte, en la que para trasladarse a otra comunidad debían caminar varios días para llegar a su destino, después de haber trabajado de sol a sol. Tiene alrededor de 150 cabezas de ganado, un chaco donde siembra y cosecha maíz, frejol, maní, tomate, lechuga, pimentón, productos que comercializa en los mercados de Vallegrande y Santa Cruz.
“Tenemos temor por la represa, nos afectará a todos, acá trabajamos en comunidad”.
“No seremos ricos, pero tenemos para vivir todos los días, estamos contento con ello. Pero sí tenemos preocupación de que empiecen las obras, no nos deja tranquilo. Pero junto a los demás comunarios y productores estamos unidos para hacer frente a estas acciones, para oponernos a esta obra enorme que nos traerá a nosotros más perjuicios que beneficios, como dicen los técnicos que prácticamente estaríamos inundados y nuestro río Masicurí se desviaría o se moriría”, manifestó con firmeza.
Eustaquio Rojas Romero, nacido en Chorillos, desde los ocho años vive en Masicurí. Alrededor de 40 años labra, ama, trabaja la tierra, que le retribuye con robustas verduras, siendo una de las principales, la caña, de la cual saca unas deliciosas chancacas o empanizados, que son para vender en las comunidades que quedan cercanas a su casa.
“La represa nos fregará a todos nosotros y si hace de aquí para abajo quedará todo en silencio, las aguas vendrán, nos inundarán y tenemos que escapar. A ¿dónde iríamos nosotros, quién nos dará un pedazo de tierra para empezar todo de nuevo, eso no puede ser”, dijo con una voz de angustia y de enojo.
Javier Sereviche, nació en Laja Toco hace 35 años. Antes sus padres vivieron en el lugar pero ahora, ya mayores, se encuentran en Vallegrande. Aseguró, desde el portón donde nos recibió, que está “muy mal eso que quieren hacer con la represa, no queremos eso, no queremos salir de acá. Somos de acá y acá nos vamos a morir”. Lo que produce su familia, es para comer y para poder vender lo que la tierra les da de forma permanente. “Es una tierra muy buena con nosotros”.
Roberto Aguilar, ingeniero forestal con experiencia de trabajo en las comunidades de Vallegrande, explica que las dos actividades centrales, ganadera y agropecuaria, de diez comunidades se verán seriamente afectadas por el embalse y la zona de amortiguamiento de la represa, ya que, ambos llegarían inundar más de 150.000 hectáreas. Esta acción estaría liquidando la flora, la fauna y a las mismas comunidades de Arenales, Vado del Yeso, Masicurí, Los Peñones, La Junta, Piraimiri, Laja Toco y los cajones del río Grande.
Además, lo más dramático será la afectación directa a las personas, quienes tendrán que abandonar sus chacos y sus casas, buscando donde irse, si no hubiera un plan integral de desplazamientos de comunidades. “Por donde se lo mire y eso no lo entienden los de ENDE, es que Rositas será un golpe mortal para toda esta zona. pero la gente está decidida a no dejarse engañar y han dicho que defenderán con sus vidas”, subrayó Aguilar.
Sentir las aguas frescas del río Masicurí en los pies, el trinar de los pájaros, tucanes, pavas, el susurro del viento que ventea los árboles, el olor a estiércol de las vacas y caballos, los gritos de los niños que van obedeciendo las órdenes de las mamás y mirar esos ojos de campesinos curtidos con el trabajo de la tierra, llenos de orgullo y coraje, es para gritar junto a todos ellos: ¡Vida o muerte, territorio o muerte, la represa no pasará!
El Centro de Documentación e Información Bolivia (CEDIB) que ha venido haciendo seguimiento a este proceso, asegura que es comprensible que la gente se niegue a salir de sus comunidades, asumiendo que hay varias razones para la resistencia. Así lo indica Pablo Villegas, responsable del equipo de Recursos Naturales del CEDIB.
“Ni ENDE ni el gobierno tienen un plan para relocalizar a las personas, no explican para nada dónde llevarlos, ni tampoco se les consultó a todos ellos si quieren salir de sus comunidades. Además, esto se presta a grandes negociados, porque deben expropiar, comprar otros terrenos para, supuestamente, llevarlos a nuevos destinos, que no solo son diez comunidades las involucradas, sino que son mucho más y quienes quieren la represa no les interesa el país ni su gente ni su desarrollo, solo ganar mucho dinero”.
El CEDIB es la palabra autorizada para alertar al país que esta obra es inviable por varios motivos: por su alto costo económico; por los impactos ambientales y sociales que provocará, por incumplir los procedimientos antes de la firma del contrato, como ser la falta de la consulta previa e informada y el estudio de impacto ambiental o la ficha ambiental; por la destrucción de más de 14 comunidades indígenas y campesinas, que obligará a la migración de sus habitantes; por los altos niveles de corrupción que estarán acechando, entre otros motivos fundamentales.
Una zona productiva de clima y topografía variadas
El Municipio de Vallegrande tiene el don de la naturaleza al gozar de variada geografía y altitud con una temperatura que oscila entre los y los 30 grados en verano y llegar a bajo cero en invierno. La ciudad de Vallegrande está situada 2.030 metros sobre el nivel del mar, pero a medida que se toma el camino hacia Ipitá, el límite con la provincia Cordillera, las comunidades vallegrandinas están entre 300 a 500 metros de altitud.
“Prácticamente la obra dará muerte a nuestros territorios, ya que se inundaría todos estos lugares, la verdad que estamos en un futuro incierto”.
El Municipio tiene alrededor de 18.000 habitantes que están repartidos en 108 comunidades, que llegan a ocupar 3.191 Km2.
Tiene una enorme variedad en el rubro productivo, debido a que las tierras de esta provincia son demasiados bondadosas, que hacen germinar cualquier semilla que el ser humano pueda sembrar o diseminar en los respectivos chacos. Las comunidades que visitamos se erguían firmes, como queriendo mostrar cada uno de los frutos de la Madre Tierra: desde el perejil hasta la caña, desde los pequeños peces del río Masicurí hasta los hermosos toros, vacas, caballos, cerdos. De los cuales la gente de Vallegrande hace ostentación mientras se aferra a defender cada metro en que está viviendo actualmente.
Precisamente para darle un mensaje al país y que sus autoridades conozcan las variadas potencialidades que tienen estas comunidades, el pasado 9 y 10 de julio se realizó la I Feria Ganadera, Turística, Productiva y Medioambiental en la comunidad Arenales, ubicada a 120 km de Vallegrande y a 280 Km de Santa Cruz de la Sierra. Allí participaron ganaderos y productores de los municipios de Vallegrande, Pampa Grande, Poster Valle, ocasión en la que demostraron todo el potencial turístico y productivo de sus respectivas comunidades.
En cuanto a la ganadería, es decir producción de carne vacuna, quesos, leche y demás derivados, esta zona genera al año más de un millón de dólares en su comercialización. Cada semana salen de las comunidades diez camiones cargados de ganado, que se van a Punata, Cochabamba y algo a los mercados de Santa Cruz, precisa el ganadero Alcides Vargas.
Todas las inversiones que han realizado los que se dedican al ganado han sido por esfuerzos propios de los pequeños productores y de los comunarios, asumiendo los riesgos y las pérdidas que implica la misma, sin recibir ningún incentivo de ninguna de las instancias del gobierno.
La producción de hortalizas, verduras, frutas, como yuca, maíz, guineo, papaya, pomelo, naranja, pimentón, lechuga, caña de azúcar, sandia, yerba buena, perejil, maní y otros, que son parte de la alimentación y el consumo diario, además de su comercialización en los mercados locales, de Cochabamba y Santa Cruz, significan un movimiento económico de alrededor de Bs 40 millones al año.
Los comunarios estiman que con la construcción y funcionamiento de la represa alrededor de 10.000 hectáreas de tierras productivas de Vallegrande quedarían inundadas, con lo cual se llegaría a afectar a las actividades productivas tradicionales, sustentadas en la agricultura de hortalizas, ganadería, lechería, pesca, turismo y otras.
Rita Zabala, orgullosa de sus lechugas
Con una permanente sonrisa pero con la decisión de hacerse escuchar y decidida a quedarse hasta los últimos instantes de su vida y evitar la construcción de la gigantesca represa de Rositas, doña Rita Zabala, natural de Masicurí, de 69 años de edad, muestra orgullosa la producción de su pequeño chaco, que está a cuatro kilómetros de su domicilio. Hasta él llega dos veces a la semana a pie con sus bolsos vacíos y regresa con ellos llenos de grey, lechuga, cebolla, papa, zapallo, caña, pimentón, yerbabuena, perejil.
“Quienes quieren la represa no les interesa el país ni su gente ni su desarrollo, solo ganar mucho dinero”.
Ella nos cuenta que de forma permanente tiene un sueño que se convierte en una pesadilla. “Me sueño con la represa, no quiero que la hagan y que nos dejen vivir en nuestros territorios que toda la vida nos hemos criado y trabajado por nosotros y nuestros hijos. La represa nos perjudicará a todos, nos echará de nuestras casas, tenemos que salir de nuestros chacos, todo se arruinará. Le pedimos a toda la gente que nos apoyen y nos ayuden en esta lucha en que estamos hace años y espero que las autoridades escuchen nuestros pedidos”, indicó, mostrando la belleza y las bondades de su lugar de siembra y cosecha, y de sus productos a los que da mucho amor.
Doña Rita tiene su tienda en una de las calles centrales, donde pasan los vehículos rumbo a Ipitá o Vallegrande, la misma que es pascana obligatoria para la compra de refrescos, dulces, pan, empanizados o una ida al baño.
CEDIB alerta fuertes impactos ambientales, sociales y económicos
Pablo Villegas, responsable del Equipo de Recursos Naturales del Centro de Documentación e Información Bolivia (CEDIB), precisa una serie de impactos que provocará la represa Rositas, como ser:
“Le pedimos a toda la gente que nos apoyen y nos ayuden en esta lucha en que estamos hace años y espero que las autoridades escuchen nuestros pedidos”.
No sólo será la inundación que abarcará más de lo previsto, porque la masa de agua que concentrará la obra es demasiado grande, tendrá mucha fuerza, destruirá corrientes de los ríos, no solo superficiales sino subterráneas de las aguas, esto a la vez ocasionará una humedad permanente bajo el suelo convirtiendo esas tierras agrícolas en inservibles.
A parte de eso la represa por sus proporciones puede generar cambios climáticos imprevisibles y para la salud de las personas, por cuanto todo el lugar será un enorme criadero de mosquitos y con ello, es alimento para la proliferación de una serie de enfermedades.
Villegas sigue precisando, porque esta megaobra dejará a su paso destrucción, enfermedades, desplazamientos, negociados, como ser: las comunidades y ciudades cercanas serán eliminadas del mapa social, debido a la enorme cantidad de nueva gente y de trabajadores que se emplearían. El proyecto señala que alrededor de 1.000 personas serán ocupadas como mano de obra. Con este movimiento vienen otros hechos colaterales, como la proliferación de cantinas, hoteles, etc. Consumo de bebidas alcohólicas, drogas, prostitución, etc.
Pone como ejemplo, en San Antonio (Brasil), lugar donde se construyó una represa, la población era de 3.000 habitantes y de pronto se incrementó a más de 20.000, precisamente por el auge de esa inmensa obra. “Ellos construyen y luego se van, no les importa las consecuencias ni si está bien o mal lo que hicieron”, apunta Villegas.
En cuanto a la parte de producción, Villegas, un profesional que ha realizado varias investigaciones relacionadas con las represas, precisa que las aguas del río Grande no son aptas para ninguna clase de riego, ya que contiene mucha sal, de acuerdo a estudios que se han realizado y su alto nivel de sedimento que contiene. Prácticamente, el agua de la represa convertirá en cementerio a las comunidades de Vallegrande y con ello su vocación productiva en toda la zona de Masicurí.
¿Qué le diría usted a los gobernantes y gobernados?
“Que sean solidarios consigo mismos, este tipo de proyectos afecta todo el país, es un mal negocio, que solo se beneficiarán los usureros y los prestamistas, porque es un monto gigantesco, que lo vamos a pagar entre todos. Entiendan que esto no es solo un problema ambiental, sino que es un enorme y grave problema social, en el que estamos involucrados el conjunto de los bolivianos”, responde Villegas.
Este reportaje ha sido realizado con el apoyo del Centro de Documentación e Información (CEDIB).
Autores
- Hernán Cabrera M.
Licenciado en Filosofía y periodista. Ciudadano de la democracia y activista de derechos humanos, de la Madre Tierra y sus seres vivos.