Para Yandery Kempff, el jaguar está amenazado por donde se lo mire, no es fácil decirlo, pero su experiencia trabajando en territorio jaguar y contra el tráfico de fauna lo comprueba. En sus 8 años y 4 meses de trabajó en la gobernación de Santa Cruz, como directora de DIRENA (Dirección de Recursos Naturales), Yandery ha presenciado la escalada de amenazas que golpean duramente a esta especie tan poderosa, pero codiciada.
Al llegar al lugar, encima de un tractor había un jaguar, que al ver los vehículos llegar, de dos brincos salió del lugar.
Con un origen conservacionista, Yandery creció viendo jaguares tanto en el zoológico de Santa Cruz de la Sierra, donde trabajaba su abuelo, como en sus viajes al campo. Recuerda, con solo 11 años, un encuentro en la vida silvestre que la marcó, mientras acompañaba a su padre al parque nacional Noel Kempff Mercado a ver maquinaria abandonada; al llegar al lugar, encima de un tractor había un jaguar, que al ver los vehículos llegar, de dos brincos salió del lugar. Para una niña amante de la naturaleza, fue una experiencia increíble, los describe como animales fascinantes, poderosos, pero a la vez tranquilos.
Bióloga, nacida en Santa Cruz y madre de tres, ahora se siente responsable por dejar un mundo mejor para sus cachorros. Durante su tiempo en DIRENA, le tocaron a ella y al equipo varios temas con relación al jaguar, como lidiar con el tráfico de fauna, recibir denuncias, coordinar con policías y hacer decomisos de jaguares, en muchos casos de crías vivas, lo cual no es trabajo fácil. Sacar adelante a las crías, muchas, que han sufrido maltrato de mascotismo o tráfico, es un tema muy delicado en Bolivia. Nos cuenta desde su experiencia que “no hay un programa de rehabilitación y de reintroducción de estos animales a su hábitat natural”, por lo que si una de estas crías es rescatada del tráfico, está destinada de por vida a vivir en un zoológico o centro de custodia.
El equipo trabajó igualmente con ganaderos en el departamento de Santa Cruz, realizando talleres sobre prevención de pérdidas por ataques de felinos, y recalca que no todos los ganaderos son enemigos del jaguar. También le tocó el caso del jaguar de la avenida G77, que está a escasos 15km de la plaza principal de la ciudad, que luego resultaron siendo dos jaguares, esto se sabe, nos dice, gracias al seguimiento de dos investigadoras asociadas al Museo Noel Kempff, llamadas Rosario Arispe y Claudia Venegas. Luego de un largo proceso de asesoramiento, y apoyo de especialistas, se decidió que los jaguares no presentaban peligro alguno y no se encontraban amenazados, por lo cual dejarlo en libertad, en el parche de bosque que queda, era la mejor opción. Ellos, son quizás los últimos jaguares urbanos de Santa Cruz, y un símbolo de cómo hemos acorralado a la vida silvestre con la deforestación, causa del crecimiento urbano. Casos como estos, comenta Yandery, nos muestran que urge replantear el diseño de Santa Cruz, devolverle el verde y reconectar los sitios que albergan vida silvestre en la ciudad con las áreas naturales que la rodean. Y no lo dice como fanática del verde, sino, porque sabe que necesitamos a la naturaleza más de los que imaginamos, tanto para reducir los riesgos de desastres, como bajar la intensidad de los vientos, para reducir el calor y la contaminación.
Uno de los temas que les tocó vivir al equipo, fue el icónico caso de 185 colmillos de jaguar y otras piezas incautadas en un restaurante de la Ramada, donde la Gobernación fue la parte querellante junto al Ministerio de Medio Ambiente y Agua, contra los dos ciudadanos chinos atrapados infraganti. Fue en 2018, cuando la Gobernación recibió la denuncia de un letrero en un restaurante de pollos, que ofrecía “dientes de tigre”, a partir de ahí —nos cuenta— fue una verdadera proeza que le acepten la denuncia, que la fiscal entienda la gravedad de la situación, y que le asignen investigador. Fueron horas y días de muchas llamadas telefónicas, reuniones bastante tensas, demasiadas explicaciones y discusiones hasta que finalmente se dio la orden de allanamiento. Luego de 13 audiencias suspendidas, más de 7 meses de espera, y protestas nacionales en defensa del jaguar, dos ciudadanos de origen chino fueron sentenciados a cuatro y tres años de prisión en el Penal de Palmasola, donde la acusada —cuyo nombre no se menciona en esta crónica por respeto a reinserción social— cumplió su condena y ya se encuentra en libertad, y el acusado, Jinlan Li, antes de ingresar a cumplir su sentencia, fue declarado rebelde y prófugo de la justicia y nunca se le volvió a ver.
Yandery junto a Damián Rumiz, revisando una piel de jaguar disecada, uno de los ítems incautados en el caso “Colmillos de Jaguar”. / Foto: Gobernación de Santa Cruz.
Uno de los temas que les tocó vivir al equipo, fue el icónico caso de 185 colmillos de jaguar y otras piezas incautadas en un restaurante de la Ramada, donde la Gobernación fue la parte querellante junto al Ministerio de Medio Ambiente y Agua.
Para Yandery, este caso sienta un precedente, un antes y después, a pesar a haber pedido la sentencia máxima que la norma permite en estos casos, que es de 6 años. Sabían que no era posible, porque los denunciados no tenían antecedentes penales. También sabe que el caso se hubiese perdido en el sistema si no hubiese sido por la insistencia de activistas y el apoyo de la sociedad civil en cada audiencia suspendida. Nos cuenta, que existen problemas en la normativa ambiental de Bolivia, leyes que se contradicen entre sí, y que, para lograr una sentencia en el caso de los colmillos, tuvieron que interpretar las leyes desde el espíritu proteccionista de la Constitución, apelando por “destrucción del patrimonio”, ya que no existe una ley sobre tráfico ilegal de vida silvestre. Aun así, Yandery sabe que 6 años no son suficiente, dice que es hora que los Estados se tomen las cosas en serio, para ella, si algo calza perfectamente en el ecocidio son “…los delitos en contra de la biodiversidad, como la deforestación, los incendios y el tráfico de fauna…”. Y es que la falta de conocimiento y consciencia —recalca— nos está llevando a un callejón sin salida.
Yandery, en el centro de la ciudad de Santa Cruz, junto a los activistas por el jaguar fuera de una de las audiencias del caso “Colmillos de Jaguar”. / Foto: Lisa Corti.
Todos estos crímenes contra la naturaleza, afectan directamente a la población de jaguares, los cuales necesitan grandes territorios para desplazarse. Algo que Yandery, con años de experiencia en planificación y conservación de paisajes, le queda claro. Sueña con un territorio nacional con planificación que se respeta, donde usemos sin destruir. Para ella, el jaguar viene incluido en el paquete, no puede verlo por separado, el jaguar es vital y parte misma del territorio.
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Esta crónica forma parte del proyecto periodístico «Mujeres Jaguar: ellas entregan su vida para que el gran felino de América no desaparezca»
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